Hospitales Nisa presentó ayer una guía destinada a alimentar y nutrir bien a los pacientes de mayor edad, en colaboración con la firma de servicios profesionales Aramark.
Como ya avisaba Don Quijote al buen Sancho, toda la salud del cuerpo y el alma se cocina en la oficina del estómago. Conscientes de ello en el grupo Hospitales Nisa, han editado la “Guía Alimentaria para Personas Mayores”. El trabajo fue presentado este martes, 3 de marzo, en las ...
Como ya avisaba Don Quijote al buen Sancho, toda la salud del cuerpo y el alma se cocina en la oficina del estómago. Conscientes de ello en el grupo Hospitales Nisa, han editado la “Guía Alimentaria para Personas Mayores”. El trabajo fue presentado este martes, 3 de marzo, en las instalaciones del Hospital Nisa Pardo de Aravaca. Durante el acto participaron la endocrinóloga Myriam Belmar, del equipo de Endocrinología del centro asistencial, y el presidente de AMADE, Javier Gómez. Mientras la primera se centró en los aspectos nutricionales y clínicos de la alimentación y nutrición de los pacientes de mayor edad, el responsable de la patronal madrileña de Atención a la Dependencia trató sobre los aspectos psico-sociales que guardan relación con el acto social de comer en hospitales, residencias y centros de día para mayores.
La doctora Belmar, miembro del equipo del doctor Juan Manuel Carrión Pastor, explicó que en la actualidad hay 8 millones de personas mayores de 65 años en el país, de las cuales el 25% está probablemente mal nutrido, en muchos casos porque al 44% de ellos carecen de suficientes piezas dentarias. Tal como relató la endocrinóloga, hay problemas cognitivos, digestivos y óseos que se dan en las fases finales de la vida por causas tan variadas como los déficits de ciertas vitaminas en la ingesta, la falta de aportes de agua y fibra, lácteos y otros componentes de la alimentación. Circunstancias que se ven agravadas, si el paciente mayor sufre disfagia, tratamientos oncológicos, depresión, pobreza o aislamiento social.
Paradógicamente, la doctora propuso una toma diaria de 1.600 kcal para los ancianos en condiciones normales, si no concurren casos de obesidad o colesterol muy elevados. El motivo de postular una dieta similar a la de los adultos jóvenes y maduros es que la senectud va acompañada de pérdida de masa corporal, especialmente si la persona está en reposo permanente, por lo que es preciso ingerir las suficientes proteínas. Algo parecido ocurre con los hidratos de carbono, que son necesarios para que el paciente de edad avanzada pueda tener energía suficiente para desarrollar una vida activa. En el caso de las grasas, cuya presencia en la dieta debe ocupar en 30-35% de las kcal que se tomen, aportan determinados nutrientes y mejoras en la “palatabilidad” (propiedad de ser grato al paladar, es decir, al gusto). En ese terreno, la guía amplia el campo de conocimiento con recomendaciones sobre las vitaminas B6, B12 y D, además de los ácidos fólico y ascórbico, el calcio y el hierro.
Por su parte, el responsable de AMADE, recalcó el carácter social de las comidas, especialmente en los centros socio-sanitarios. Pero también insistió en la conveniencia de que la comida sea grata a los mayores, también en el medio hospitalario, por lo que siempre es recomendable que tenga texturas que recuerden al paciente su dieta tradicional de toda la vida.
PIE DE FOTO: Amelia Gutiérrez, directora regional de Aramark; Jaime Thiebaut, vicepresidente de Aramark; Myriam Belmar, nutricionista del Hospital Nisa Pardo de Aravaca; y Mar Álvarez, gerente de la Fundación Hospitales Nisa