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Examinan la cardiotoxicidad de la terapia en el linfoma de Hodgkin

Un estudio analiza el impacto de las antraciclinas sobre el corazón, 14 años después de la finalización del tratamiento.

30/04/2024

Científicos de diversos centros noruegos han estudiado el perfil de toxicidad cardiaca a largo plazo del régimen de tratamiento estándar en el linfoma de Hodgkin. En la comparación entre casi 250 pacientes e individuos sanos, los investigadores han constatado que no existen diferencias en la fracción de eyección ni en ...

Científicos de diversos centros noruegos han estudiado el perfil de toxicidad cardiaca a largo plazo del régimen de tratamiento estándar en el linfoma de Hodgkin. En la comparación entre casi 250 pacientes e individuos sanos, los investigadores han constatado que no existen diferencias en la fracción de eyección ni en la prevalencia de la insuficiencia cardíaca entre los dos grupos. Sin embargo, la terapia con antraciclinas y radioterapia en el mediastino se asoció a una significativa disminución de un índice de contractilidad del ventrículo izquierdo. Sebastian Imre Sarvari, científico del Hospital Universitario de Oslo y director del estudio, afirma que esta toxicidad fue exclusiva del tratamiento de combinación, ya que no fue observada en los pacientes tratados sólo con antraciclinas. Este último grupo también presentó menor riesgo de enfermedad valvular, asegura el investigador.

Sarvari prosigue indicando que aunque la terapia del linfoma de Hodgkin puede ofrecer a primera vista un éxito sin paliativos, no es sino a costa de un aumento global de la mortalidad tardía, principalmente como consecuencia de la aparición de cánceres secundarios y del daño causado por la quimio- y radioterapia a los cardiomiocitos. Este último factor, que incide en todos los grupos de edad, es especialmente relevante en los pacientes más jóvenes, en los que el incremento de la tasa de insuficiencia cardíaca es sustancial. El investigador señala que el régimen de terapia examinado es el que viene siendo empleado desde finales de los años 90, cuyo objetivo es, precisamente, reducir la radiación recibida por el tejido cardiaco. A pesar de esta mejora, existen muy pocos estudios que hayan examinado su impacto cardiovascular a largo plazo, concluye Sarvari.

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