El asma grave es una enfermedad compleja, heterogénea y de difícil control que afecta del 6 al 10% del total de pacientes asmáticos en España1. Más del 80% de los pacientes de asma grave eosinofílica, que se caracteriza por la presencia de eosinófilos en sangre y/o en tejido, lo que ...
El asma grave es una enfermedad compleja, heterogénea y de difícil control que afecta del 6 al 10% del total de pacientes asmáticos en España1. Más del 80% de los pacientes de asma grave eosinofílica, que se caracteriza por la presencia de eosinófilos en sangre y/o en tejido, lo que se relaciona con un mayor número de agudizaciones, peor control de la enfermedad, mayor uso de glucocorticoides sistémicos y mayores costes sanitarios2. No obstante, identificar este fenotipo representa una oportunidad: prescribir tratamientos selectivos dirigidos frente a los eosinófilos, como los fármacos biológicos frente a la IL-5 y su receptor3.
El por muchos desconocido impacto del asma grave sobre los pacientes y sobre nuestro sistema sanitario es una cuestión clave a solventar por todos los agentes implicados en el abordaje de esta enfermedad. Tanto su alto coste económico, que en España se estima en un 2% del total de los recursos destinados a la sanidad pública4, como las limitaciones que ocasiona sobre la calidad de vida de los pacientes, que sufren crisis asmáticas frecuentes y no están bien controlados en alrededor del 40% de los casos5,6 han de visibilizarse para ayudar a los pacientes y a su entorno más cercano.
Además, la complejidad y heterogeneidad de esta enfermedad nos obligan, como facultativos, a estar siempre actualizados sobre los aspectos más relevantes de la enfermedad y sobre las alternativas terapéuticas existentes. Una de las oportunidades recientes en este sentido fueron las actualizaciones científicas presentadas durante el congreso de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), que incluyeron numerosos datos acerca de los beneficios de los tratamientos biológicos dirigidos a controlar los eosinófilos y, en particular, nuevos resultados de benralizumab.
Benralizumab es una terapia dirigida específicamente contra los eosinófilos que contribuye a mejorar la práctica clínica diaria: es una terapia segura (con escasos efectos secundarios) y efectiva a la hora de reducir exacerbaciones graves, mejorar la función pulmonar y disminuir los síntomas7,8.
En concreto, ha revelado resultados significativos, tanto en ensayos clínicos como en estudios de vida real: reduce el número de agudizaciones, incluyendo las visitas a urgencias7,8; también reduce el uso de glucocorticoides orales (tanto en ciclos como de mantenimiento), mejora el control de la enfermedad y mejora la función pulmonar7,8. Su especificidad ha dibujado todo un nuevo futuro para el abordaje de los pacientes con un fenotipo eosinofílico.
Las últimas novedades presentadas en torno a este tratamiento se centran en el estudio ORBE II, uno de los estudios de vida real de mayor tamaño muestral presentado a nivel mundial y que se compone de datos de práctica habitual real en la población española9.
Los nuevos datos apoyan la efectividad de benralizumab tanto en los pacientes que no han utilizado previamente un tratamiento con anticuerpos monoclonales como en pacientes que procedían del tratamiento previo con otro biológico, aunque este es si cabe mayor en los que no lo han utilizado10; por eso es clave iniciar cuanto antes el tratamiento.
Los resultados de ORBE II, además, ponen de manifiesto que tras doce meses de tratamiento, más de la mitad de los pacientes corticodependientes lograron retirar por completo el uso de glucocorticoides sistémicos y, los que no, consiguieron reducir la dosis casi un 70%11. Además, mostraron una notable disminución en la dosis acumulada teórica de estos pacientes11.
Entre los análisis presentados, destacan los resultados de respuesta clínica al tratamiento biológico calculados en base a dos escalas: EXACTO y FEOS. Tras doce meses de tratamiento, de acuerdo con la escala EXACTO, el 75% de los pacientes tuvieron respuesta completa o buena respuesta a benralizumab, siendo esta mejor en los no corticodependientes12. Según la escala FEOS, casi el 80% de los pacientes alcanzaron mejorías iguales o superiores al 80% frente a la mejora máxima teórica, también tras doce meses de tratamiento13.
Además de estos datos, también se han presentado dos comunicaciones orales acerca de ORBE II en el congreso EAACI en Hamburgo, que resaltan los beneficios clínicos de benralizumab independientemente del estado atópico o de los niveles de FeNO14.
Tras los últimos descubrimientos, mi perspectiva sobre el futuro del asma grave se dibuja más que optimista. Espero que podamos sumar cada vez más evidencia científica en torno a los tratamientos dirigidos, que sigamos desarrollando nuestro conocimiento en torno a los eosinófilos para mejorar el uso de las terapias actuales y, por qué no, que descubramos otras nuevas, incluso con indicaciones en otras patologías inflamatorias. Cada día, el horizonte de los pacientes de asma grave se llena de oportunidades y, como profesionales implicados en su abordaje, es nuestra misión lograr que estas oportunidades se conviertan en nuevas realidades para los pacientes.
Referencias