Una consulta debería ser un espacio de seguridad y confianza para cualquier paciente, sea cual sea su identidad de género, sexo, raza o procedencia. Este ha sido el objetivo de un seminario celebrado este sábado en la última jornada del 50º Congreso Nacional de Dermatología de Santiago de Compostela que ha organizado la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

El acto, coordinado por la doctora Gemma Martín Ezquerra, del Hospital del Mar (Barcelona), ha servido para ilustrar a los asistentes sobre las desigualdades aún patentes producto de una sociedad en la que siguen existiendo comportamientos machistas, homófobos, tránsfobos o racistas. Queda demostrado en las inequidades en la atención médica a las mujeres, tema que ha tratado Chantal Ferrer Menduiña, del CAP Raval sud (Barcelona), y no solo en el aspecto asistencial sino también en el profesional, con la mayor dificultad en el acceso a distintas escalas profesionales.

De igual manera, queda camino por recorrer en una correcta asistencia y trato a las personas que componen el colectivo LGTBIQ+ y en el uso de un lenguaje inclusivo que sea respetuoso con todas las sensibilidades. Roger Rovira López, dermatólogo del Hospital del Mar (Barcelona), ha compartido algunas de las claves para aplicar en el día a día. Como aplicar un enfoque de interseccionalidad con cada paciente al que se ve. Es decir, "tener en cuenta que todos sus determinantes no solo dependen de sexo, género o territorio", sino que es producto de un ciclo multicausal. Desde la humildad, el dermatólogo podría comenzar la consulta dirigiéndose a la persona mediante preguntas abiertas, para que ella se exprese o presente como quiera y, en la clínica, registrar mediante un lenguaje inclusivo (con el uso de desdoblamientos, palabras colectivas o construcciones metonímicas) los datos en la historia clínica compartida digitalizada.

Las minorías migrantes también se pueden encontrar con obstáculos a la hora de acceder al sistema sanitario y ser comprendidas. Sobre esta cuestión el doctor Nasser Mohammad Porras, del Hospital del Mar (Barcelona), ha recordado que la ciudad condal tiene barrios con un porcentaje alto de población extranjera, como Ciutat Vella o Sant Andreu. En su propia experiencia, ha vivido intercambios culturales con pacientes paquistaníes con los cuales tenía una nula comunicación por las limitaciones idiomáticas.

"Considero que los médicos debemos trabajar la competencia cultural. Es importante porque permite evitar sesgos, y es que tenemos tendencia a tratar a todos por igual como si fueran pacientes caucásicos", ha argumentado con un repaso por situaciones comunes para un especialista como visitar una revista científica y que las imágenes que se muestren de cualquier tipo de lesión sean, en su mayoría, en pieles blancas.

Desde su punto de vista, habría que empezar a publicar más estudios que cuenten con minorías racializadas, y para ello existen diversas revistas científicas, empezando por las Actas Dermo-Siliográficas de la propia AEDV. Además, la colaboración con otros niveles asistenciales más cercanos a estos ciudadanos como Atención Primaria (AP) propiciarían una mejor y necesaria educación de estas minorías. Y, en ese sentido, quizá una de las mejores maneras sea ofrecer la información y documentación (como consentimientos informados) en múltiples lenguas.

Dermatología rural

Si ya hay dificultades para los anteriores colectivos, cuando se trata de especialistas que desempeñan su profesión en entornos rurales como el de la llamada `Laponia´ demográfica (región de Teruel), la coyuntura se centra en varios ejes: carencia de profesionales sanitarios; distancia entre domicilio y hospital (tanto para pacientes como para médicos) y los costes asociados a desplazamientos son algunos de los principales que ha nombrado Isabel Martínez Pallás, dermatóloga en el Hospital Ernest Lluch de Calatayud (Zaragoza).

Una región que cuenta con menos de 10 habitantes por km2 y donde el 76% de las localidades están a más de 45 minutos de este hospital en coche. Martínez ha enfatizado que las características demográficas son "lo que marca la atención dermatológica tanto para pacientes como para los especialistas". Para conocer la magnitud del problema, desde el servicio de Dermatología (en el que está ella sola) se realizaron 60 encuestas entre marzo y mayo de este año.

Como conclusiones se pudo conocer que más del 70% de los pacientes tarda más de 40 minutos en llegar y que hasta uno de cada diez tuvieron que anular sus citas por la imposibilidad de conseguir transporte. Poco más de uno de cada dos (54%) utiliza su coche propio para acudir al hospital. El transporte público es escaso o nulo, y las frecuencias, amplísimas. El hecho de optar por un taxi puede suponer un coste de más de 50 euros por cada viaje. Todo lo anterior hace que no sorprendan unas listas de espera en dermatología que las listas de espera estén en torno a seis meses para un paciente y en tres para uno prioritario.

A pesar de todo, Martínez ha valorado cómo el trabajo en el mundo rural permite al especialista adquirir mayor polivalencia; estrechar las relaciones con colegas de otras especialidades; facilitar las tareas burocráticas y conseguir una comunicación más fluida con Atención Primaria (AP).

Por último, ha roto una lanza a favor de la teledermatología, una herramienta que se antoja imprescindible para facilitar el trabajo a los profesionales y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Como ha advertido a modo de conclusión: "Algo tiene que cambiar porque si no será inviable a largo plazo" el trabajo de cualquier profesional sanitario en zonas rurales.