IM MEDICO #65 ANUARIO 2023

79 Muchas enfermedades mentales, incluidas la depresión, la ansiedad, los trastornos alimentarios, los trastornos por uso de sustancias y la psicosis, aparecen por primera vez antes de los 24 años. El 20,8% de los adolescentes españoles de 10 a 19 años sufre algún tipo de problema mental (21,4% de las niñas y 20,4% de los niños), lo que sitúa a España como el país europeo con mayor prevalencia de alguna de estas patologías diagnosticadas en menores, según el análisis europeo de la publicación de Unicef Estado Mundial de la Infancia: En Mi Mente. Este mismo informe destaca, como segunda causa de mortalidad en jóvenes europeos, el suicidio. La doctora Verónica Olmo, coordinadora del Grupo de Salud Mental, integrante de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), explica que al ser la adolescencia una época de cambios -“cambios en las hormonas y en el cuerpo, cambios en el entorno social y cambios en el cerebro y la mente”-, esto conlleva “desde un operado de vulnerabilidad a problemas de salud mental”. El uso de pantallas (teléfonos móviles, tabletas, computadoras y televisores, entre otros) puede tener un impacto “significativo” en la salud mental de los menores. “El exceso de tiempo frente a las pantallas puede contribuir a problemas de salud mental y emocional en los niños y adolescentes”, continúa la doctora, poniendo algunos ejemplos. “El uso excesivo de pantallas ha sido asociado con un mayor riesgo de ansiedad y depresión en niños y adolescentes, además de poder provocarles trastornos del sueño: la exposición prolongada a las pantallas, especialmente antes de dormir, puede interferir con el sueño de los menores, lo que a su vez afecta su bienestar emocional”, enumera la doctora Olmo. Un tiempo excesivo frente a las pantallas “puede llevar a un aislamiento social, disminuyendo las interacciones cara a cara y afectando la capacidad de establecer relaciones interpersonales saludables”. Si ello se combina con una disminución en la actividad física, puede tener, además, “un impacto negativo en la salud mental y física de los menores”. Es por ello que es importante, señala la especialista, “establecer límites saludables para el tiempo frente a las pantallas y fomentar actividades alternativas que promuevan la interacción social, el ejercicio físico y el desarrollo emocional”. “Es fundamental educar a los menores sobre el uso responsable de la tecnología y promover un equilibrio entre el tiempo dedicado a las pantallas y otras actividades”, añade. José Ángel Alcalá, médico de familia en conductas suicidas, y también integrante de SEMERGEN, añade a esta lista otros factores.“La presencia de abusos físicos o psicológicos a temprana edad, situaciones de acoso escolar, consumo de sustancias adictivas, vivir en un entorno hostil o situaciones desamparo por parte de los progenitores hacia sus hijos” son algunos de estos agravantes. “La presencia de antecedentes familiares psiquiátricos también influye y junto a los factores ambientales anteriores, contribuyen a la adaptación del niño a su entorno y la aparición de mayor vulnerabilidad a las expresiones de la psicopatología”, añade el médico. El doctor Alcalá también aborda que los principales problemas que atañen a la salud mental de la población infanto-juvenil se relacionan “con trastornos de ansiedad, alteraciones del estado de ánimo, problemas en la alimentación, déficit de atención, autolesiones, pensamientos de suicidio y síntomas de autismo”. “En población infantil -explica el facultativo-, los motivos de consulta suelen incluir presencia de temores o preocupaciones excesivas; dolores frecuentes en alguna parte de cuerpo sin ninguna causa médica conocida; estar moviéndose constantemente y/o no poder estar atento a las actividades de la vida cotidiana; dormir demasiado o muy poco (con pesadillas frecuentes); no estar interesado en jugar con otros niños o tener dificultad para hacer amigos; problemas académicos o disminución de las notas en calificaciones escolares, o repetir acciones y revisar las cosas muchas veces por miedo a que algo malo pueda suceder”. Por su parte, en la población adolescente las consultas suelen venir derivadas “por pérdida de interés en las cosas que solían disfrutar con anterioridad; tener poca energía; dormir demasiado o muy poco; evitar las actividades sociales con amigos o familiares; hacer dieta o ejercicio de manera excesiva (con miedo muchas veces de aumentar de peso); presencia de autolesiones (como cortarse o arañarse la piel); consumo de alcohol

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