Cada vez más expertos en salud infantil están advirtiendo sobre las consecuencias físicas, emocionales y cognitivas del uso prolongado de dispositivos electrónicos entre los más pequeños. El Dr. Vicente Javier Clemente Suárez, IP del Grupo Investigación en Psicofisiología Aplicada de la Facultad de Medicina, Salud y Deportes de la Universidad ...
Cada vez más expertos en salud infantil están advirtiendo sobre las consecuencias físicas, emocionales y cognitivas del uso prolongado de dispositivos electrónicos entre los más pequeños. El Dr. Vicente Javier Clemente Suárez, IP del Grupo Investigación en Psicofisiología Aplicada de la Facultad de Medicina, Salud y Deportes de la Universidad Europea ha analizado este contexto junto a las enfermedades más frecuentes asociadas a esta exposición digital y por qué es urgente tomar medidas preventivas desde el hogar y las escuelas.
Como describe el experto, los estudios más recientes indican un aumento de miopía, obesidad infantil, alteraciones del sueño, problemas de atención (como el TDAH), trastornos de ansiedad, depresión y disfunciones en la autorregulación emocional. Además, se observa un incremento en los trastornos musculoesqueléticos relacionados con posturas prolongadas e inadecuadas.
Según ha informado, ya existen antecedentes desde "edades tan tempranas como los 18 a 24 meses, particularmente dificultades en el lenguaje, déficit en habilidades sociales y alteraciones del sueño. A partir de los 5 años, los signos de problemas de atención, comportamiento disruptivo y miopía se hacen más evidentes".
Un estudio de AIJU señala que el 81% de los médicos reconoce un incremento de enfermedades por exposición a pantallas. En este sentido, ha afirmado que, esta cifra, desde el ámbito clínico refleja "una preocupación real y creciente". Y ha proseguido, "el 81% implica un consenso significativo entre los profesionales sanitarios, que ya observan en la práctica diaria cómo el abuso de pantallas se correlaciona con problemas médicos, psicológicos y de desarrollo que, hasta hace pocos años, eran menos prevalentes o aparecían a edades más avanzadas".
Metodologías o criterios clínicos se usan para vincular el uso de pantallas con estas enfermedades
Como se ha adentrado Clemente Suárez se utilizan anamnesis detalladas, escalas de observación del comportamiento infantil (como el SDQ o el CBCL), cuestionarios sobre hábitos digitales (ScreenQ, Media Use Questionnaire) y pruebas específicas de visión y neurodesarrollo. Además, la correlación temporal entre el incremento del tiempo de pantalla y la aparición de síntomas permite establecer asociaciones clínicas.
Impacto más común
Según ha señalado, generalmente, el patrón es combinado. "No se produce un único problema de salud, sino una constelación de síntomas que pueden incluir miopía, sedentarismo con aumento de peso, problemas de sueño, irritabilidad, impulsividad y dificultades en la socialización. Esto sugiere que el abuso de pantallas actúa como un factor de riesgo multisistémico".
Papel que juega la exposición temprana (antes de los 4 años) en el desarrollo neurológico y emocional del niño
Como detalla el profesional, "la exposición temprana interfiere en momentos críticos de la maduración cerebral, afectando áreas relacionadas con el lenguaje, la atención, la empatía y el autocontrol. Estudios de neuroimagen muestran que el exceso de pantallas antes de los 4 años puede alterar la integridad de las vías de sustancia blanca, fundamentales para el desarrollo cognitivo y emocional".
Además, el contexto familiar o educativo en cómo afecta el uso de pantallas a los menores es determinante: "Familias con normas claras sobre el tiempo de pantalla, que ofrecen alternativas de juego físico y lectura, mitigan los riesgos. En cambio, entornos con baja supervisión, altas tasas de estrés o uso indiscriminado de dispositivos favorecen efectos más perjudiciales. En el ámbito educativo, el equilibrio entre pantallas como herramienta pedagógica y actividades sin tecnología también es crucial".
Grupos de mayor riesgo (por edad, nivel socioeconómico, etc.)
Como ha apuntado, los niños menores de 6 años son particularmente vulnerables, dado su estado crítico de desarrollo cerebral. También se ha observado que niños de entornos socioeconómicos bajos presentan mayor riesgo debido al menor acceso a actividades de ocio alternativas y supervisión parental. Igualmente, niños con predisposición genética a miopía, TDAH o trastornos de ansiedad son más sensibles.
Pautas concretas que recomiendan desde la Universidad Europea para el uso de pantallas en la infancia
Para el profesional, se recomienda evitar totalmente el uso de pantallas en menores de 2 años, salvo para videollamadas. De 2 a 5 años, no más de 1 hora diaria de contenido supervisado y educativo. Entre 6 y 12 años, no superar las 2 horas de ocio frente a pantalla, promoviendo siempre actividades físicas y sociales. Además, establecer zonas y momentos libres de pantallas, como durante las comidas o antes de dormir. No obstante, ha recalcado, "más que una "dosis segura", existe un rango de uso responsable. Las guías internacionales coinciden en que el tiempo de pantalla debe ser mínimo y siempre de alta calidad en menores de 5 años. A partir de esa edad, el enfoque debe ser la calidad, la supervisión y el equilibrio con otras actividades, más que solo contabilizar el tiempo".
Señales deberían detectar pediatras o psicólogos para identificar un posible uso problemático de dispositivos
Según ha matizado, algunas señales de alerta incluyen: irritabilidad o tristeza cuando no se accede a pantallas, disminución del interés por otras actividades, afectación del rendimiento escolar, cambios en el sueño o la alimentación, aislamiento social, y síntomas físicos como dolor ocular o postural. También ha incidido en que algunos centros de salud aplican programas de cribado de uso de pantallas en revisiones pediátricas y protocolos de intervención en casos de dependencia digital. En escuelas, cada vez más se implementan programas de alfabetización digital responsable, aunque su aplicación es heterogénea y no universalizada.
Posibles riesgos a medio y largo plazo si no se modifican los hábitos actuales
En definitiva, ha alertado que, a medio plazo, "podemos esperar un aumento de trastornos visuales, obesidad, problemas emocionales y de conducta. A largo plazo, existe riesgo de deterioro en habilidades sociales, bajo rendimiento académico, trastornos de ansiedad y depresión crónica, junto con consecuencias físicas como enfermedades cardiovasculares asociadas al sedentarismo infantil", ha concluido.