Científicos de diversos centros chilenos han establecido que los macrófagos expuestos in vitro al factor de crecimiento IGF-2 pueden ser utilizados como terapia celular intravenosa, administrada semanalmente durante un mes, en ratones que sobreexpresan alfa-sinucleína. En este modelo de enfermedad de Parkinson, el tratamiento atenuó la sintomatología motora, mejorando significativamente ...
Científicos de diversos centros chilenos han establecido que los macrófagos expuestos in vitro al factor de crecimiento IGF-2 pueden ser utilizados como terapia celular intravenosa, administrada semanalmente durante un mes, en ratones que sobreexpresan alfa-sinucleína. En este modelo de enfermedad de Parkinson, el tratamiento atenuó la sintomatología motora, mejorando significativamente los resultados de múltiples tests que miden el equilibrio, la capacidad de asimiento y un tipo específico de coordinación muscular.
A pesar de la avanzada edad de los animales, factor que se asocia a mayor acumulación de alfa-sinucleína, la terapia redujo en la sustancia negra cerebral tanto los niveles de la forma fosforilada de esta proteína como la activación de la microglía. Adicionalmente, los investigadores constataron una disminución en los biomarcadores circulantes de inflamación sistémica, así como de la proporción de los macrófagos de tipo proinflamatorio.
René Vidal, científico de la Universidad de Chile y director del estudio, afirma que casi todos los beneficios de la terapia celular pudieron ser también observados en ratones más jóvenes, en los que la enfermedad todavía se encontraba en fase temprana. En el examen del mecanismo de acción del tratamiento, los investigadores hallaron que los macrófagos expuestos al IGF-2 modifican su respuesta a las fibrillas de alfa-sinucleína in vitro. Estos macrófagos, prosigue Vidal, exhibieron una reducción de la expresión de marcadores de membrana inflamatorios, con un concomitante enriquecimiento en la población de macrófagos antiinflamatorios, en buena correlación con los hallazgos in vivo. Estos resultados ponen de manifiesto el potencial inmunomodulador del IGF-2 en el Parkinson, concluye el científico.