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El ejercicio puede combatir los efectos negativos de una duración del sueño poco saludable sobre la longevidad

Dormir poco o demasiado tiempo está relacionado con una vida más corta, pero los científicos han descubierto que la actividad física contrarresta algunos de estos efectos negativos.

31/03/2023

Dormir poco o demasiado tiempo está relacionado con una vida más corta, pero los científicos han descubierto que la actividad física contrarresta algunos de estos efectos negativos. La investigación, realizada en más de 90.000 adultos, se publica en el ´European Journal of Preventive Cardiology´, una revista de la Sociedad Europea ...

Dormir poco o demasiado tiempo está relacionado con una vida más corta, pero los científicos han descubierto que la actividad física contrarresta algunos de estos efectos negativos. La investigación, realizada en más de 90.000 adultos, se publica en el ´European Journal of Preventive Cardiology´, una revista de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC).

"El estudio demostró que el aumento de los niveles de actividad física debilitaba los riesgos de mortalidad asociados a la duración corta o larga del sueño", señala el autor del estudio, el doctor Jihui Zhang, del Hospital Afiliado del Cerebro de la Universidad Médica de Guangzhou (China).

Tanto el ejercicio suficiente como un sueño saludable contribuyen a prolongar la esperanza de vida. Sin embargo, no está claro cómo la actividad física puede interactuar con la duración del sueño para promover la salud.

La principal limitación de los estudios anteriores era el uso de la actividad física y el sueño autodeclarados, que son subjetivos y pueden ser inexactos. En cambio, un dispositivo con acelerómetro registra el movimiento, por lo que proporciona estimaciones objetivas y más fiables de la actividad y la duración del sueño.

Este fue el primer estudio que examinó los efectos conjuntos de la actividad física y la duración del sueño sobre el riesgo de mortalidad utilizando la acelerometría. En el estudio participaron 92.221 adultos de entre 40 y 73 años de la cohorte del Biobanco del Reino Unido que llevaron una pulsera con acelerómetro durante una semana entre 2013 y 2015.

La duración del sueño por noche se clasificó como corta (menos de seis horas), normal (de seis a ocho horas) o larga (más de ocho horas). El volumen total de actividad física se dividió en terciles (bajo, intermedio, alto). La actividad física de moderada a intensa se clasificó según cumpliera o no las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los datos de mortalidad se recogieron de los registros de defunciones. El resultado primario fue la muerte por cualquier causa. Los criterios de valoración secundarios fueron la muerte por enfermedad cardiovascular y la muerte por cáncer.

La edad media de los participantes era de 62 años y el 56% eran mujeres. Durante un seguimiento medio de siete años, murieron 3.080 participantes: 1.074 por enfermedad cardiovascular y 1.871 por cáncer.

Los investigadores examinaron cómo influía la actividad física en el impacto del sueño sobre la mortalidad: en primer lugar, analizaron el volumen de actividad y, en segundo lugar, la actividad física de moderada a intensa.

Los análisis se ajustaron en función de factores que podían influir en la relación, como la edad, el sexo, el origen étnico, la privación, el nivel educativo, la estación en que se midió el sueño, el índice de masa corporal, la dieta, el tabaquismo, el consumo de alcohol y el trabajo por turnos.

En cuanto al volumen de actividad, en aquellos con cantidades bajas, el sueño corto y largo se asociaron con un 16% y un 37% más de riesgo de muerte por todas las causas, respectivamente. En los participantes con cantidades intermedias de ejercicio, sólo el sueño corto fue perjudicial, con un 41% de aumento de la probabilidad de muerte por todas las causas.

En aquellos con un nivel de ejercicio elevado, la duración del sueño no se relacionó con el riesgo de muerte. En el caso de la muerte cardiovascular, las personas que dormían poco y hacían poco ejercicio tenían un riesgo elevado del 69%, que desaparecía cuando el ejercicio aumentaba a volúmenes moderados o elevados.

En cuanto a la muerte por cáncer, las personas que dormían poco y hacían poco ejercicio tenían un riesgo un 21% mayor, que desaparecía con volúmenes de ejercicio moderados o altos.

Se obtuvieron resultados similares en el caso de la actividad física de moderada a intensa. En los participantes que no cumplían las recomendaciones de la OMS, el sueño corto y el sueño largo se asociaron con un aumento del 31% y el 20% del riesgo de muerte por todas las causas, respectivamente. Estos riesgos desaparecieron en los que cumplían las recomendaciones de la OMS.

En cuanto a la muerte cardiovascular, los participantes que dormían poco y no cumplían las recomendaciones sobre la intensidad del ejercicio tenían un riesgo elevado del 52%, que desaparecía en los que cumplían las recomendaciones. En cuanto a la muerte por cáncer, los pacientes con sueño prolongado que no seguían las recomendaciones tenían un 21% más de riesgo, que desaparecía en los que seguían las recomendaciones de laOMS.

Según el doctor Zhang, "estos hallazgos sugieren que los esfuerzos de promoción de la salud dirigidos tanto a la actividad física como a la duración del sueño pueden ser más eficaces para prevenir o retrasar la muerte prematura en personas de mediana edad que centrarse en un solo comportamiento. En un escenario ideal, las personas siempre dormirían y harían ejercicio físico en cantidades saludables. Sin embargo, nuestro estudio indica que hacer suficiente ejercicio puede compensar parcialmente el impacto perjudicial de no dormir bien por la noche", concluye.

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