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"En Europa la prevalencia de la insuficiencia cardiaca es del 1%, pero se incrementa al 10% en los mayores de 70 años"

Expertos miden en el Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular la influencia de la edad en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad cardiovascular

29/10/2021

Teniendo en cuenta que el aumento de la esperanza de vida es uno de los retos que impactan en las enfermedades cardiovasculares, el Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular ha abordado este viernes, ...

Teniendo en cuenta que el aumento de la esperanza de vida es uno de los retos que impactan en las enfermedades cardiovasculares, el Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular ha abordado este viernes, en un simposio, la influencia de la edad en el diagnóstico y el tratamiento de estas patologías. En concreto, Gemma Berga Congost, enfermera de la Unidad de Hemodinámica en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, se refiere a la Influencia de la edad y el género en el diagnóstico y tratamiento del IAMCEST. Cuenta al respecto que "los retrasos en el IAMCEST en pacientes que ingresas en urgencias son prolongados, sobre todo en mujeres y mayores de 65 años", y que "las mujeres y ancianos tienen presentaciones clínicas atípicas y los mayores de 65 años también muestran mayor estancia hospitalaria y mortalidad".

En cuanto a los factores que se pueden asociar a un incremento del tiempo en urgencias y la activación del código infarto en pacientes que ingresan en urgencias, expone, "son la edad (que sean mayores de 65 años), y que previamente hayan tenido otro contacto médico antes de llegar a urgencias". Asimismo, "los predicadores de retraso entre el primer contacto médico y la activación en pacientes ingresados en urgencias son los signos y síntomas atípicos de infarto, y otro primer contacto médico antes de su llegada a urgencias", señala Berga.

Subraya, por otro lado, que "no hay asociación positiva entre el género y la edad en pacientes menores de 65 años; sin embargo, si la edad es superior a 65 años, las mujeres presentan un retraso urgencias-activación más prolongado que los hombres". "Esto nos lleva a la conclusión de que para establecer un diagnóstico precoz en mujeres y ancianos se deben contemplar otro tipo de manifestaciones clínicas atípicas, como dolor abdominal, escapular, costal, malestar general y fatiga, en mujeres; así como dolor abdominal, costal, disnea síncope, malestar general y fatiga en 65 años", añade la experta.

Por otro lado, cree que es fundamental "garantizar la perspectiva de género y edad en las investigaciones para contemplar todas las variables que puedan existir y para que los pacientes sepan diagnosticar rápidamente sus síntomas".

A diferencia de otros registros, explica que han elaborado un estudio en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau con el que han pretendido centrarse en el tiempo urgencias-activación, "porque se considera un indicador de calidad óptimo que muestra la capacidad de respuesta de los servicios de urgencias, permitiendo así elaborar e implementar estrategias de mejora continua para incrementar la calidad asistencial del centro". "Pensamos que nuestros resultados abren una posible linea de investigación en mujeres mayores de 65 años", apunta.

Del mismo modo, "la formación continuada a médicos y enfermeros de urgencias contemplando género y edad, puede ser una herramienta útil para mejorar el diagnóstico y tratamiento precoz del IAMCEST, por lo que se debería promover y realizar investigaciones futuras prospectivas que analizaran el impacto de esta en los retrasos y en los resultados clínicos".

En la limitación de los cuidados asociados a la edad en unidades de críticos coronarios ahonda Ferrán Rueda Sobella, médico adjunto de la Unidad Coronaria del iCor, el Instituto del Corazón del Germans Trias. En palabras del facultativo, "a medida que aumenta la esperanza de vida, vemos como en las unidades coronarias se incrementa la proporción de pacientes mayores de 80 años que ingresan. Hace 30 años era una cosa anecdótica, pero hoy en día, entre un 10 y un 15% de los pacientes que ingresan tienen 80 o más años".

Estos pacientes son diferentes a otros más jóvenes. Para empezar, "tienen una expectativa de vida limitada. Además, "presentan una serie de síndromes geriátricos que condicionan una disminución de la reserva fisiológica ante la enfermedad aguda, y esto comporta una alta morbilidad y mortalidad". Teniendo en cuenta estos factores, apunta, "no debemos negar sistemáticamente el tratamiento intensivo a los ancianos, pero este debe ser proporcional a las expectativas de supervivencia con buena calidad de vida. Esto es difícil de valorar, por lo que debemos hacer un cambio. De la aproximación tradicional que teníamos focalizada en la enfermedad, a una aproximación más holística basada en los síndromes geriátricos".

Es fundamental, remarca Rueda, "establecer el nivel de tratamiento de forma consensuada con el paciente, así como tener en cuenta que limitar el tratamiento de soporte vital no siempre equivale al final de la vida".

Con todas estas complejidades, por tanto, "es imprescindible individualizar cada caso y utilizar el sentido común".

Por último, Mónica Pérez Serrano, enfermera experta en insuficiencia cardíaca de la Fundación para la Investigación Biomédica del Hospital Clínico San Carlos pone el foco en el manejo del paciente anciano con insuficiencia cardiaca crónica, una patología cuya prevalencia e incidencia "se está acercando a cifras que otorgan a esa enfermedad la calificación de pandemia, como demuestra el incremento constante de su prevalencia, los costes asociados a la asistencia de estos pacientes y las muertes atribuibles a la misma". "Se calcula que afecta a 23 millones de personas en el mundo. En Europa se estima que su impacto es de entre el 1 y el 2%, pero que alcanza un valor de aproximadamente el 10% en el grupo de mayores de 70 años", expone. Además, "crece de forma exponencial a partir de esta edad, hasta alcanzar tasas superiores al 40% en octogenarios". Por lo tanto, la IC en el anciano es la más habitual.

Bajo su punto de vista, "constituye un síndrome con entidad propia en el que confluyen, además de las miocardiopatías, los cambios en el envejecimiento, las comorbilidades, y componentes funcionales, afectivos y sociales propios de la vejez. Esto obliga a un conocimiento amplio de todos los ámbitos, que probablemente sea deseable compartir entre todos los profesionales en una intervención multidisciplinar, y dentro de programas transicionales".

También es fundamental "la identificación del cuidador principal y la utilización de herramientas de apoyo social para eliminar barreras de incumplimiento terapéutico", remarca. Igualmente, es "importantísimo" la identificación de los referentes de AP para el manejo de estos pacientes como primera vía de acceso, y "ser conscientes de que el manejo de la IC en el anciano siga constituyendo un gran reto tanto para los médicos como para la enfermería".

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