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Se desmiente que una vida de ejercicio vigoroso aumente el riesgo de desarrollar ELA

Depende de si esa actividad vigorosa que se realiza a lo largo de la vida tiene lugar en el trabajo o en el tiempo libre.

21/10/2021

Un nuevo estudio ha investigado sobre si la actividad física vigorosa es un factor de riesgo para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y sugiere que depende de si esa actividad vigorosa que se realiza a lo largo de la vida tiene lugar en el trabajo o en el tiempo libre, ...

Un nuevo estudio ha investigado sobre si la actividad física vigorosa es un factor de riesgo para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y sugiere que depende de si esa actividad vigorosa que se realiza a lo largo de la vida tiene lugar en el trabajo o en el tiempo libre, en cuyo caso no sería un factor desencadenante, según publican los autores en ´Neurology´, la revista médica de la Academia Americana de Neurología.

La ELA es una enfermedad neurodegenerativa rara y progresiva que afecta a las células nerviosas del cerebro y la médula espinal. Los paientes pierden la capacidad de iniciar y controlar el movimiento muscular, lo que a menudo conduce a la parálisis total y a la muerte. La vida media tras el diagnóstico es de dos a cinco años.

"La buena noticia es que nuestros resultados aportan más pruebas de que la actividad física que se realiza fuera del horario de trabajo, como caminar y montar en bicicleta, no parece ser un factor de riesgo para la ELA", señala la autora del estudio, la doctora Angela Rosenbohm, de la Universidad de Ulm (Alemania).

"Sin embargo, sí encontramos un mayor riesgo cuando observamos la actividad física intensa que se realiza durante las horas de trabajo, por ejemplo, en ocupaciones como la de agricultor, siderúrgico o albañil --añade--. Aunque no demostramos que este tipo de actividad física sea la causa de la ELA, la asociación podría deberse a los movimientos repetitivos en el trabajo, o a otros factores como la exposición a sustancias químicas o la contaminación".

En el estudio participaron 393 personas a las que se les había diagnosticado recientemente ELA, y 791 personas emparejadas por edad y sexo que no tenían ELA.

Los participantes completaron un cuestionario sobre el tipo y la cantidad de actividad laboral y de ocio que realizaban a los 20, 30, 40, 50 y 60 años de edad. Las puntuaciones del cuestionario se expresaron en equivalentes metabólicos (MET), que son una forma de cuantificar el gasto energético.

Los participantes estimaron la cantidad e intensidad de la actividad física tanto en el trabajo como en el ocio en dos categorías. La primera, actividad sudorosa, incluía los deportes o el trabajo físico intenso. Por cada hora de esta actividad intensa, los investigadores asignaron ocho MET.

La segunda categoría, actividad ligera, incluía los paseos, el ciclismo y la actividad física ligera, a la que se asignaron tres MET. Los investigadores calcularon las horas MET por semana de actividad física de todos los participantes, tanto en el trabajo como en el tiempo libre.

Los investigadores descubrieron que, entre todos los participantes del estudio, la actividad física total no estaba asociada con el riesgo de ELA cuando se observaban los niveles de actividad hasta cinco años antes del inicio del estudio. Tanto las personas con ELA como las que no la padecían tenían un nivel medio de actividad física total de 17 a 18 horas de MET a la semana.

Los investigadores descubrieron que las personas con ELA mostraban un fuerte descenso de la actividad física en los cinco años anteriores al diagnóstico. Rosenbohm dijo que este resultado sugiere que la ELA puede comenzar años antes de que aparezcan los primeros síntomas.

Los investigadores descubrieron que la actividad física intensa en el trabajo se asociaba con casi el doble de riesgo de desarrollar ELA. No hubo un mayor riesgo para las personas con una actividad física ligera en el trabajo. El 22% de las personas con ELA tenían trabajos con mucha actividad física, en comparación con el 13% de las personas sin ELA.

Los resultados fueron los mismos cuando los investigadores ajustaron otros factores que podrían afectar al riesgo, como la edad, el sexo y el tabaquismo. Rosenbohm señala que la ELA es extremadamente rara, por lo que las personas con trabajos con mucha actividad física siguen teniendo un bajo riesgo de desarrollar la enfermedad.

Al analizar la supervivencia de las personas con ELA, los investigadores descubrieron que los que eran completamente inactivos al inicio del estudio y los que tenían los niveles de actividad más altos, alrededor de 25 horas de MET a la semana, o el equivalente a montar en bicicleta o caminar unas cinco horas a la semana, tenían los tiempos de supervivencia más bajos tras el diagnóstico de ELA.

El tiempo medio de supervivencia tras el diagnóstico para el grupo inactivo fue de 15,4 meses, y de 19,3 meses para el grupo con mayores niveles de actividad.

Los investigadores descubrieron que la tasa de supervivencia media más alta estaba asociada a 11 horas MET a la semana, lo que equivale a montar en bicicleta o caminar durante dos horas a la semana. Las personas con ELA que realizaban esa cantidad de actividad física al inicio del estudio vivían una media de 29,8 meses después del diagnóstico.

"Aunque descubrimos que los niveles de actividad más elevados pueden afectar negativamente a las tasas de supervivencia de las personas a las que se les acaba de diagnosticar la ELA, también lo hace el hecho de no realizar ninguna actividad --explica Rosenbohm--. El mensaje aquí es que el ejercicio moderado sigue siendo lo mejor, incluso después de que comiencen los síntomas de la enfermedad".

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