La OCDE ha definido la digitalización como una tecnología de utilidad general que sirve de apoyo a todos los sectores de la economía. Esto no hace sino refrendar el carácter transversal de un proceso que, en su origen, solo se refería a una mejora de la comunicación pero que, a día de hoy, ha dejado su impronta en todos los sectores de actividad: desde las telecomunicaciones a las infraestructuras, pasando por la banca o la logística y llegando, por supuesto, a la sanidad. ¿En un menor grado? Es posible, pero los pasos que se están dando en este sentido indican que la aplicación de las nuevas tecnologías puede ayudar, y mucho, a un sector que necesita más pronto que tarde un viraje hacia la eficiencia y a la optimización de recursos.

El proceso ya está en marcha y, superando la resistencia al cambio que todo lo desconocido provoca y el restrictivo marco regulatorio de los sectores farmacéutico y sanitario, supondrá una notable mejoría para los profesionales y, especialmente, para los pacientes. Los efectos de esta Transformación Digital ya han comenzado a sentirse, por ejemplo mediante las aplicaciones para solicitar o consultar la cita con el médico o con la creación de comunidades digitales para compartir información.

Sin embargo, sería un error conformarse y no seguir transitando el camino emprendido. Por poner un ejemplo, por todos son conocidas las largas colas de espera que se forman, prácticamente cada día y en cada complejo hospitalario, en los servicios de urgencias. Y este no es solo un problema que afecte a los recursos humanos y monetarios de las entidades, sino que impacta con especial intensidad en el usuario, que debe esperar varias horas para ser atendido. Sin olvidar un factor esencial: cuando de salud se trata, el usuario no es un cliente, sino un paciente.

Los principales objetivos de la digitalización en sanidad deben ser mejorar la eficiencia y la utilización de sus recursos, facilitar la labor de los profesionales y asegurar la mejor experiencia de los pacientes.

Fruto de la implantación de la tecnología, ya han comenzado a surgir iniciativas capaces de responder a ese triple objetivo de manera satisfactoria. Es el caso de Mediktor, el primer evaluador de salud basado en inteligencia artificial y avalado científicamente, capaz de identificar en tiempo real los síntomas de los pacientes. Esta herramienta ha probado su fiabilidad con dos estudios clínicos basados en interacciones con más de 1.500 pacientes y llevado a cabo en las unidades de urgencias de los hospitales Clínic de Barcelona y Clínico San Carlos de Madrid.

Los datos que ha arrojado el estudio realizado en Barcelona son concluyentes: la tecnología Mediktor alcanza un 91,3% de acierto en relación con el diagnóstico realizado por un médico. Además, el 98,2% de los usuarios afirmó que es sencillo de utilizar.

Las herramientas pre-diagnóstico abren por lo tanto la puerta a una nueva etapa y a una nueva forma de entender y gestionar la sanidad, en el ámbito público pero también en el privado, una etapa en la que la eficiencia en tiempo y recursos marcan el paso, provocando una mejora de la experiencia del paciente, que ya no debe esperar tanto tiempo para ser atendido, pues desde el control de admisión del servicio de urgencias y tras una serie de cuestiones previas, puede ser derivado directamente al especialista o ser diagnosticado más rápidamente.

Las oportunidades que brinda la digitalización de la salud alcanzan también a entidades de otra naturaleza, como las compañías aseguradoras, que podrán utilizar el pre-diagnóstico durante su proceso de estudio y evaluación. Eficiencia, productividad, optimización de recursos, accesibilidad… son solo algunos de los vagones de un tren, el de la digitalización, que el sector está a tiempo de coger para emprender el viaje hacia una sanidad mejor para todos.